El presidente ruso, Vladímir Putin, no consiguió en un mes de campaña militar ni doblegar la resistencia ucraniana ni debilitar a la OTAN, bien por error de cálculo o por exceso de confianza.
“Quiero subrayar que la operación militar especial transcurre justo según lo planeado”, afirmó este viernes el general Ígor Konashenkov, portavoz del Ministerio de Defensa de Rusia. El principal objetivo de la intervención militar rusa era “desmilitarizar” Ucrania.
Según informó ayer el Estado Mayor ruso, los bombardeos rusos han destruido totalmente la Armada ucraniana, y “casi completamente” la Aviación y la Defensa Antiaérea.
Al lanzar su ofensiva el 24 de febrero, según Moscú, las tropas rusas abortaron una supuesta ofensiva ucraniana inminente contra las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk. A día de hoy, tras un mes de hostilidades, el Ejército ruso sólo controla el 54 % de Donetsk, donde está desplegado el grueso de las fuerzas ucranianas, y el 93 % de Lugansk.
El principal bastión ucraniano en el de Marzo de Azov, el puerto de Mariúpol, sigue resistiendo pese a los bombardeos indiscriminados rusos de las últimas semanas.
Como ocurriera en 2014, los miles de efectivos del batallón nacionalista Azov ha demostrado una pericia en combate mayor de la que esperaban los generales rusos.
Lo mismo ocurre en torno a Kiev, donde el anunciado asedio nunca llegó a producirse, aunque un general ruso inspeccionó esta semana la línea del frente a sólo 30 kilómetros de la capital.